El 20 de Junio, nuestra Iglesia recuerda a San Juan
Fischer, Cardenal y mártir. Año 1535, Inglaterra.
Juan Fischer nació en Beverley, Inglaterra, en el año 1469, su padre murió cuando Juan era muy niño. A los 14 años era el más sobresaliente entre sus compañeros estudiantes y a los 20 fue nombrado profesor del colegio San Miguel. Se doctoró en la famosa Universidad de Cambridge, y a los 22 años fue ordenado sacerdote después de ser dispensado por su edad. Poco después recibió el nombramiento de vicecanciller o vicerrector de la gran universidad.
Margarita Beaufort, madre del rey Enrique VII y abuela paterna del rey Enrique VIII al quedar viuda por tercera vez, y desilusionada de la vida de intrigas del mundo, dispuso dedicarse a la vida espiritual, e impresionada por la santidad y la sabiduría de Juan, lo eligió su director espiritual. Guiada por el santo, distribuyó su fortuna en ayudar a instituciones benéficas, y a la que más ayuda concedió fue a la Universidad de Cambridge. Con la ayuda de la Reina se logró que pusieran nuevas y muy modernas facultades de estudio, para la biblioteca se consiguieron millares de ejemplares de libros. Juan fue elegido Canciller de la Universidad y este cargo lo tuvo hasta su muerte.
En 1504 fue elegido obispo de Rochester cuando el sólo tenía 35 años. Como hacía con todos los cargos que le confiaban, se dedicó a este oficio con todas las fuerzas de su recia personalidad. Con un entusiasmo no muy frecuente en su época, se dedicó a visitar todas y cada una de las parroquias para observar si estaban cumpliendo con su deber y animar a los poco entusiastas. A los sacerdotes les insistía en la grave responsabilidad de cumplir muy exactamente sus deberes sacerdotales. Iba personalmente a visitar las chozas de los más pobres. Distribuía limosnas con enorme generosidad, y en su casa siempre las puertas estaban abiertas para recibir a visitantes, peregrinos y necesitados. Y aunque parezca imposible, además de todos sus demás trabajos, dedicaba horas y horas al estudio y a escribir libros. Se hicieron famosos sus discursos fúnebres a la muerte del rey Enrique VII y en el funeral de la reina Margarita.
Aunque era obispo y además canciller de la universidad, llevaba una vida tan austera como la de un monje. No dormía más de seis horas. Hacía fuertes penitencias. En su mesa tenía frente a sí una calavera para recordar que también a él le llegaría la muerte y la hora de tener que darle cuentas a Dios de todos sus comportamientos. Decía que su deporte favorito era leer. Sus ahorros eran para comprar nuevos libros, que después de leídos los obsequiaba a la Biblioteca de la Universidad. Cuando le ofrecían otras diócesis que producían más en dinero, respondía: "No cambio a esta esposa pobre pero amable y muy fiel, por la viuda más rica que exista".
Cuando Lutero empezó a difundir los errores de los protestantes, el obispo Fisher fue elegido para atacar tan fatales errores, y escribió cuatro voluminosos libros para combatir los errores de los luteranos.
En un Sínodo o reunión de todo el clero de Inglaterra, el obispo Fisher protestó fuertemente contra la mundanalidad de algunos eclesiásticos, y la vanidad de aquellos que buscaban altos puestos y no la verdadera santidad. Criticaba fuertemente los defectos que era necesario corregir, pero él personalmente daba muy buenos ejemplos de vida santa.
Cuando el rey Enrique VIII dispuso divorciarse de su legítima esposa (Catalina de Aragón -1531-) y casarse con su concubina Ana Bolena, el obispo Juan Fisher fue el primero en oponerse a semejante escándalo. Y aunque muchos altos personajes, por conservar la amistad del rey, declararon que ese divorcio sí se podía hacer, Juan, aun con peligro de perder sus cargos y ser condenado a muerte, declaró públicamente que el matrimonio católico es indisoluble y que el divorcio no es posible para un matrimonio católico que no sea nulo. El terrible rey Enrique VIII se declaró jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra en reemplazo del Sumo Pontífice, y todos los que deseaban conservar sus altos puestos en el gobierno y en la Iglesia, lo apoyaron. Pero Juan Fisher declaró que esto era absolutamente equivocado y en pleno Parlamento les dijo que querer reemplazar al Papa de Roma por el rey de Inglaterra, como jefe de la religión es como gritar “muera la Iglesia Católica".
Las amenazas de los enemigos empezaron a llegar sobre él, lo llevaron a la cárcel, trataron de envenenarlo, tuvo atentados a bala, le inventaron toda clase de calumnias, y como no lograron que dejara de proclamar sus creencias católicas lo encerraron en la terrible Torre de Londres. Tenía 66 años, pero los muchos sufrimientos, y sus ayunos y el excesivo trabajo lo hacían aparecer como de ochenta. Pero su espíritu seguía fuerte e invencible. Estando en prisión, recibió del sumo Pontífice el nombramiento de Cardenal, Pero el impío rey antes de que pudiera vestir el sombrero de cardenal le mandó cortar la cabeza. El 17 de junio de 1535 le leyeron la sentencia de muerte, el rey Enrique VIII mandaba matarlo por no aceptar el divorcio y por no aceptar que el rey reemplazara al Papa en el gobierno de la Iglesia Católica.
Unos días después, al amanecer llegan los guardias a llevarlo al sitio donde debe morir. Lleva en sus manos el Nuevo Testamento, lo abre y lee esta cita "La Vida Eterna consiste en conocerte a Ti Padre Dios y a tu Enviado Jesucristo. Padre yo te he glorificado en la tierra y he cumplido la tarea que tú lleno de ánimo y de consuelo me habías confiado". Esta lectura lo llenó de ánimo y de consuelo. Al llegar al sitio donde le van a cortar la cabeza, el venerable anciano se dirige a la multitud y les dice a todos que muere por defender a la Santa Iglesia Católica fundada por Jesucristo. Pide a los verdugos que le concedan unos minutos para recitar el Himno Tedeum, en acción de gracias. Al decir la última frase: "En Ti Señor espero, no sea yo confundido eternamente", inclina su cabeza, la cual es cortada por un hachazo de los verdugos de un rey impuro.
Los restos de San Juan Fisher descansan en la Catedral de San Pablo en Londres. Fue beatificado el 29 de diciembre de 1886 por León XIII y Canonizado el 19 de mayo de 1935 por el papa Pío XI.
Para la reflexión:
¿Qué mensaje nos trae a nuestra vida la historia de San Juan Fisher?
Dios Padre Todopoderoso, concédenos por medio del
mártir San Juan Fisher, un gran valor por defender y practicar nuestra santa
religión hasta el último momento de nuestra vida. Por Jesucristo Nuestro Señor,
San Juan Fisher, ruega por nosotros. Amén.
Bendiciones
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