El 4 de Agosto, nuestra Iglesia recuerda a San Juan María Vianney, el
Santo Cura de Ars. Patrono de los párrocos. Año 1859, Francia.
Nació en Dardilly, Francia, el
8 de mayo de 1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que
persiguió ferozmente a la religión católica. Así que él y su familia, para
poder asistir a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas
porque había pena de muerte para los que se atrevieran a practicar en público
su religión. La primera comunión la hizo
Juan María a los 13 años en una celebración nocturna.
Juan María deseaba ser sacerdote, pero su padre se oponía y no era fácil conseguir seminarios en esos tiempos tan difíciles. Napoleón mando reclutar a los jóvenes mayores de 17 años, nuestro Santo entre ellos. Pero por una serie de sucesos nunca llego ni siquiera al reclutamiento, enfermedades, descuidos y al final otro joven lo engaño llevándolo a desertar involuntariamente exponiéndolo a los castigos y posible a la pena de muerte, tuvo que vivir escondido ayudado por un alcalde. Al fin en 1810, cuando Juan llevaba 14 meses de desertor el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la culpa a todos los que se habían fugado del ejército, y Vianney pudo volver otra vez a su hogar.
Recibió el sacramento de la confirmación, que le confirió todavía mayor fuerza para la lucha de ser sacerdote; en él tomó Juan María el nombre de Bautista.
En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a eclesiásticos, y Juan Bautista María Vianney fue enviado a ella. Al principio el sacerdote se desanimaba al ver que a este pobre muchacho no se le quedaba nada de lo que él le enseñaba, pero su conducta era tan excelente, y su criterio y su buena voluntad tan admirables que el buen Padre Balley dispuso hacer lo posible y lo imposible por hacerlo llegar al sacerdocio. Lo preparo por 3 años y cuando trato de presentarlo al seminario a hacer los exámenes, no fue capaz de responder las preguntas que los profesores le iban haciendo. Fracaso total, pero el P. Balley seguía confiando en él y en sus virtudes de santidad. Lo siguió instruyendo y finalmente lo llevó a donde sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este joven estaba preparado para ser un buen sacerdote.
Ellos se dieron cuenta de que tenía buen criterio, que sabía resolver problemas de conciencia, y que era seguro en sus apreciaciones en lo moral, lo recomendaron al Sr. Obispo. El prelado les preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta? - Ellos le respondieron: "Es excelente persona, es un modelo de comportamiento, es el seminarista menos sabio, pero el más santo" "Pues si así es - añadió el prelado - que sea ordenado de sacerdote, pues, aunque le falte ciencia, con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás". Y así el 12 de Agosto de 1815, fué ordenado sacerdote.
Los primeros años de su sacerdocio los ejerció junto con su mentor y amigo el P. Balley. El 9 de febrero de 1818 fue enviado a la parroquia más pobre e infeliz, se llamaba Ars, tenía 370 habitantes. A misa los domingos no asistían sino un hombre y algunas mujeres. El pueblo estaba lleno de cantinas y de bailaderos. Allí estará Juan Vianey de párroco durante 41 años, hasta su muerte, y lo transformará todo.
El nuevo Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para cambiar a las gentes de su desalentada parroquia. Rezar mucho. Sacrificarse lo más posible, y hablar fuerte y duro. Pasaba horas y horas ante el santísimo sacramento del altar y se sometía a las más duras penitencias para convertirlos. Los lunes cocina una docena y media de papas, que le duran hasta el jueves. Y en ese día hará otro cocinado igual con lo cual se alimentará hasta el domingo.
Los primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando para preparar su sermón del domingo, luego lo escribía, otras tres o más horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y al ganado para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el Santísimo encomendándo al Señor lo que iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.
Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianey. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuantas almas le quitaba este curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión, lo derribaba de la cama y hasta trató de prenderle fuego a su habitación, lo despertaba con ruidos espantosos. Pero el padre siempre gozo de protección de la santísima Virgen María.
Cuando concedieron el permiso para que lo ordenaran sacerdote, escribieron: "Que sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene ciencia para ese oficio". Pues bien: ese fue su oficio durante toda la vida, y lo hizo mejor que los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque en esto lo que vale son las iluminaciones del Espíritu Santo, y no nuestra vana ciencia que nos infla y nos llena de tonto orgullo. Tenía que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes. Confesaba, preparaba sus sermones, rezaba los salmos y los oficios, daba catecismo, celebraba misa y todo eso con muy poco alimento en su estómago, su Obispo lo obligo a tomar una tasa de leche en las mañanas.
Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos. En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco tan santo. El 4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad. Fue beatificado el 8 de enero de 1905 por el Papa San Pío X, y canonizado por S.S. Pío XI el 31 de mayo de 1925. Su cuerpo se encuentra incorrupto en el Santuario de Ars, al sur de Francia.
Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable a san Juan María Vianney por su celo pastoral, concédenos por su intercesión y su ejemplo, ganar para Cristo a nuestros hermanos y alcanzar, juntamente con ellos, los premios de la vida eterna. Por Jesucristo Nuestro Señor, San Juan María Vianney, ruega por nosotros. Amén.
Bendiciones
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