El 7 de Agosto, nuestra Iglesia
celebra la memoria de San Sixto II y compañeros, Santo Papa XXIV. Año 258,
Italia. De memoria Liturgica (Opcional)
San Sixto nació en Atenas.
Siendo diácono de la Iglesia romana, sucedió al Papa San Esteban en la silla de
San Pedro por los años 257, durante la persecución de Valeriano.
San Sixto es titulado por San
Cipriano: prelado pacífico y excelente. Y efectivamente un poco de paz sí se
apresuró a llevar, apenas fue elegido, a las iglesias de Roma y de Cartago en
cruenta lucha por la cuestión del bautismo a los herejes.
Tuvo una reconciliación con San
Cipriano, pero no hubo tiempo para profundizar un diálogo, pues debió enfrentar
una nueva emergencia: Valeriano desató una segunda persecución contra los
cristianos. Éstos fueron invitados a abjurar, so pena de la expropiación de los
bienes y la decapitación.
A fines del mes de agosto del
258, San Cipriano, que sería decapitado el 14 de septiembre, escribía a uno de
sus colegas: «Valeriano, en un escrito al Senado, ha dado la orden de que los
obispos, sacerdotes y diáconos sean ejecutados inmediatamente. Sabed que Sixto
ha sido muerto en un cementerio el 6 de agosto, y con él cuatro diáconos». La
noticia era exacta. El 6 de agosto, el Papa Sixto II mientras celebraba los
divinos misterios y enseñaba a los fieles los mandatos del Señor, al irrumpir
los soldados para aplicar el edicto del emperador Valeriano había sido apresado
en el cementerio de Calixto y decapitado junto con los diáconos Genaro, Magno,
Vicente y Esteban que fueron enterrados con el papa en el cementerio de
Calixto, en la vía Apia, y en ese mismo día, también sus diáconos santos
Agapito y Felicísimo murieron en el cementerio de Pretextato, en donde fueron
sepultados.
Nos hallamos ante la página
más gloriosa de la historia de la Iglesia romana durante las persecuciones.
Cipriano podía apoyarse en este testimonio para invitar a los cristianos de
África «a la lucha espiritual: de tal suerte -dice - que cada uno de nosotros
no piense tanto en la muerte cuanto en la inmortalidad y que, consagrados a
Dios con todas las energías de su fe y de su entusiasmo, sientan antes la
alegría que el miedo a la hora de una confesión, en la que saben que los
soldados de Dios no reciben la muerte, sino antes bien, la corona»
En la pared derecha de la
Cripta de los Papas se conservan, juntados, dos fragmentos originales de un
primer poema de San Dámaso, dedicado al Papa Sixto II para celebrar su glorioso
martirio.
"Cuando la espada
(persecución)
las pías entrañas de la Madre
(Iglesia)
traspasaba, aquí el obispo
sepultado (Sixto II)
la doctrina (las divinas
Escrituras) enseñaba.
Llegan de improviso soldados y
arrestan
allí al sentado en cátedra (la
cátedra episcopal),
mientras los fieles ofrecen
sus cuellos a la guardia enviada
(es decir, intentan salvar al
Papa a costa de su vida).
Apenas el anciano (obispo)
supo que uno quiso arrebatarle
la palma (del martirio),
él mismo fue el primero en
ofrecerse y dar su cabeza a la espada,
para que así a ninguno pudiera
herir una tan impaciente rabia (pagana).
Cristo que distribuye los
premios de la vida,
reconoció el mérito del
pastor, defendiendo El mismo el resto de su grey".
Señor y Padre Nuestro, que por
la sangre de tus mártires, infundiste nuevas fuerzas para los que creyeron en
un principio en tu palabra y fueron pilares de nuestra Iglesia, por su intercesión,
concédenos que podamos abrir nuestro corazón y no ignorar los gritos de clamor
de nuestros hermanos que siguen siendo perseguidos por nuestra religión. Ayúdanos
también para que siempre podamos dar testimonio de nuestra Fe. Por Jesucristo
nuestro Señor, San Sixto II y compañeros mártires, rueguen por nosotros. Amén.
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