El 5
de Julio, nuestra Iglesia recuerda a San Antonio María Zaccaria Sacerdote y
fundador Año 1539, Italia.
Nace en Cremona, Italia, en los inicios
del siglo del Renacimiento, en 1502, sus padres fueron Lázaro Zaccaria y
Antonieta Pescaroli. Su padre murió cuando Antonio María tenía sólo meses de
vida quedando al cuidado de su piadosa madre Antonieta quien se avoca
diligentemente al cuidado de su hijo iniciándolo en el camino de la fe y la
santidad.
En 1517, a los 15 años de edad, Antonio María parte de su hogar para dirigirse a Pavía a realizar estudios superiores en filosofía y lenguas clásicas. En 1520 se dirige a Padua a estudiar medicina, A los 22 años se graduó de médico y su gran deseo era dedicarse totalmente a atender a las gentes más pobres, la mayor parte de las veces gratuitamente. Unos años después, sus directores espirituales le aconsejaron que hiciera también los estudios sacerdotales. Después de la estricta preparación teológica y bíblica es ordenado sacerdote en 1528 a la edad de 26 años en la misma iglesia donde realizaba sus actividades pastorales como laico, la iglesia bizantina de San Vidal.
Despues de su ordenación se trasladó a Milán, la ciudad de mayor número de habitantes en Italia, en esa ciudad tenía más posibilidades de extender su apostolado a muchas gentes. Y allí, por medio de la hermana Luisa Torelli fundó la comunidad de las hermanas llamadas "Angelicales" (nombre que les pusieron porque su convento se llamaba de "Los Santos Angeles"). El fin de esta comunidad era preservar a las jovencitas que estaban en peligro de caer en vicios, y redimir y volver al buen camino a las que ya habían caído. Estas hermanas le ayudaron muchísimo a nuestro santo en todos sus apostolados.
Luego con otros compañeros fundó la Comunidad llamada "Clérigos de San Pablo" los cuales, por vivir en un convento llamado de San Bernabé, fueron llamados por la gente "Los Padres Bernabitas". Esta congregación tenía por fin predicar para convertir a los pecadores, extender por todas partes la devoción a la Pasión y muerte de Cristo, y a su santa Cruz. Y esforzarse lo más posible por tratar de obtener la renovación de la vida espiritual y piadosa entre el pueblo, que estaba muy decaida y relajada.
San Antonio María sentía un gran cariño por la Sagrada Eucaristía, donde está Cristo presente en la Santa Hostia, con su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad. Por eso propagó por todas partes la devoción de las Cuarenta Horas, que consiste en dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar solemnemente a la Sma. Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de culto.
Otra de sus grandes devociones era la pasión y muerte de Cristo. Cada viernes, a las tres de la tarde hacía sonar las campanas, para recordar a la gente que a esa hora había muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen de Jesús crucificado, y se esmeraba por hacer que sus oyentes meditaran en los sufrimientos de Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor hacia el Redentor. Y una tercera devoción que lo acompaño en sus años de sacerdocio fue un enorme entusiasmo por las Cartas de San Pablo. Su lectura lo emocionaba hasta el extremo, y de ellas predicaba, y a sus discípulos les insistía en que leyeran tan preciosas cartas frecuentemente, y que meditaran en sus importantísimas enseñanzas. A él le sucedió lo que le ha pasado a miles y millones de creyentes en el mundo entero, que al leer las Cartas de San Pablo han descubierto en ellas unos mensajes celestiales tan interesantes que quedan entusiasmados para siempre por su lectura y meditación.
A nuestro santo le correspondió vivir en los tiempos difíciles en los que en Alemania Martín Lutero proclamaba una falsa reforma en la religión, y en Roma y España, San Ignacio y sus jesuitas empezaban a trabajar por conseguir una verdadera reforma de la Iglesia, y muchísimos católicos sentían un intenso deseo de que empezara una era de mayor fervor y menos frialdad y maldad. San Antonio María fue uno de los que con su enorme apostolado preparó la gran Reforma de la Iglesia Católica que iba a traer el Concilio de Trento.
Siendo aún muy joven, sintió que de tanto
trabajar por el apostolado, le faltaban las fuerzas. Se fue a casa de su santa
madre, y en sus brazos murió el 5 de julio de 1539. Tenía apenas 37 años, pero
había hecho labores apostólicas como si hubiera trabajado por tres docenas de
años más. El Papa León XIII lo declaró santo en 1897.
Señor
y Padre Nuestro, que encendiste en el corazón de san Antonio María Zaccaría un
ardiente celo por la salvación de sus hermanos. Te pedimos por su intercesión
que nos sintamos siempre urgidos a evangelizar a los hombres de nuestro tiempo
por amor a Ti. Por Jesucristo, Nuestro Señor, San Antonio María Zaccaría, ruega
por nosotros. Amén
Bendiciones
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