El 20 de Febrero, nuestra
Iglesia recuerda a Santa Jacinta y su hermano San Francisco Marto, videntes de
la Virgen de Fátima. Año: 1919/1920, Portugal.
Jacinta y Fracisco nacieron en la aldea de Aljustrel, Perteneciente a la ciudad de Ourem en Portugal. Francisco nació el 11 de junio de 1908 y Jacinta el 5 de marzo de 1910. Sus padres fueron: Manuel Pedro Marto y Olímpia de Jesús dos Santos, hermana de Antonio dos Santos, el padre de Lucía.
Jacinta, Francisco y Lucía dos Santos, fueron los tres niños que dijeron haber visto las apariciones de la Virgen de Fátima.
Fueron criados en un ambiente cristiano de máxima sencillez. La vida de las familias Marto y Dos Santos era la vida de los campesinos pobres, cuyo patrimonio se limitaba a unos trozos de tierra donde se cultivaban las hortalizas y frutas para su propio alimento, y unas cuantas ovejas, que los niños sacaban a pastar.
Jacinta y Francisco eran muy diferentes de temperamento: más tranquilo y condescendiente Francisco, y más caprichosa la pequeña Jacinta. Algunos datos específicos se llegaron a conocer gracias a las memorias que escribió acerca de ellos su prima Lucía: “Francisco no parecía hermano de Jacinta, sino en la fisonomía del rostro y en la práctica de la virtud. No era tan caprichoso y vivo como ella. Al contrario, era naturalmente pacífico y condescendiente… No manifestaba, como Jacinta, la pasión por la danza; gustaba más de tocar la flauta, mientras otros danzaban… manifestaba poco entusiasmo por los juegos”
Jacinta al igual que su hermano, no sabía leer y, como él, todavía no había hecho su primera comunión. Según su prima Lucía, era una niña vivaz y alegre, que iba siempre con el corazón en la mano. Muy sensible, también era un poco gruñona y bastaba poco para contrariarla. Pero, al igual que Francisco, tenía cierta serenidad espiritual que debía al clima de gran fe que reinaba en su familia. En todas sus acciones parecía vislumbrarse la presencia de Dios y de la Virgen. Arriba en las montañas, al abrigo de las miradas, disfrutaba con su hermano repitiendo en alto sus nombres. Él llegaba incluso a recitar el Ave María a los vientos, cuidando bien que el eco de cada palabra fuera perfectamente audible.
Desde muy temprana edad, Jacinta y Francisco aprendieron a cuidarse de las malas relaciones y por tanto preferían la compañía de su prima Lucía, quien les hablaba de Jesucristo. Los tres pasaban el día juntos cuidando de las ovejas, rezando y jugando. La oración en familia, especialmente el rezo del rosario formaba parte de la jornada diaria. Y las madres les contaban vidas de los santos a sus hijos.
Entre el 13 de mayo al 13 de octubre de 1917, a los 3 niños les fue concedido el privilegio de ver a la Virgen María en el Cova de Iría. A partir de esta experiencia sobrenatural, los tres se vieron cada vez más inflamados por el amor de Dios y de las almas que llegaron a tener una sola aspiración: rezar y sufrir de acuerdo con la petición de la Virgen María. Si fue extraordinaria la medida de la benevolencia divina para con ellos, extraordinario fue también la manera como ellos quisieron corresponder a la gracia divina.
Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a estar muy cerca del Corazón Inmaculado de María. Este amor la dirigía siempre y de una manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús. Asistía a la Santa Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión en reparación por los pobres pecadores. Nada le atraía más que el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico.
Francisco poco iba a disfrutar en la tierra de aquella bonanza que siguió al 13 de octubre. Sus buenas cualidades humanas y cristianas se acentuaron visiblemente: fue todo un ejemplo de virtudes cristianas y de madurez sobrenatural.
El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos, lo que los portugueses llamaban “la gripe española” llegó a Aljustrel y entró en casa de los Marto. Francisco iba a ser una de sus primeras víctimas. Los familiares hacían votos por la recuperación de su Francisco. Pero él y Jacinta sabían que también en este punto se cumplirían las palabras de la Virgen: el 13 de junio les dijo que pronto se llevaría al cielo a Francisco y a Jacinta, pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.
Francisco esperaba ese momento con serenidad, aceptando la enfermedad con plena lucidez y entereza cristiana. Él, que no había podido oír la voz de la Señora en sus primeras apariciones, iba a ser el primero que escuchara la invitación de la Madre a irse con ella al cielo. El 4 de abril de 1919, apenas año y medio después de la última aparición, se fue a ver cara a cara a Dios y a su Madre, a los once años a causa de la neumonía por complicación de la Gripe Española.
Jacinta continúo padeciendo su enfermedad con mucho amor y entereza siempre por la conversión de los pecadores. Tres días antes de morir le dice a la enfermera, "La Santísima Virgen se me ha aparecido asegurándome que pronto vendría a buscarme, y desde aquel momento me ha quitado los Dolores”. El 20 de febrero de 1920 hacia las seis de la tarde ella declaró que se encontraba mal y pidió los últimos Sacramentos. Esa noche hizo su última confesión y rogó que le llevaran el Viático porque moriría muy pronto. El sacerdote no vio la urgencia y prometió llevársela al día siguiente. Pero poco después, murió. Tenía diez años.
Ambos se encuentran actualmente sepultados en la Basílica del Santuario de Nuestra Señora del Rosario en Cova da Iría, Fátima.
El 12 de septiembre de 1935, los restos de Jacinta fueron transferidos de Vila Nova de Ourém a Fátima. Cuando abrieron el ataúd, los asistentes pudieron constatar que el rostro de la vidente permanecía intacto. Y permaneció igual durante la exhumación definitiva en la basílica, el 1 de mayo de 1951.
Jacinta y Francisco fueron beatificados el 13 de mayo de 2000 por Juan Pablo II y Canonizados el 13 de mayo del 2017 por el papa Francisco. Su canonización los convirtió en los primeros niños, hermano y hermana, no mártires, en ser santos juntos.
San Francisco Marto es patrono de los Acólitos portugueses y adoradores del Santísimo Sacramento.
Oh Dios, que te dignaste elegir a los Santos Jacinta y Francisco Marto para que, con la Virgen María, sirvieran de ejemplo a los humildes y a los pobres, concédenos, por su intercesión, que, siguiéndolos en la tierra, merezcamos gozar con ellos en el cielo. Por Jesucristo nuestro Señor, Santos, Jacinta y Francisco, rueguen por nosotros. Amén.
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