El 10 de Febrero, nuestra
Iglesia recuerda a San José Sánchez del Río, el Niño Cristero. Año 1928, México.
El Mártir José Sánchez del Río nació en Sahuayo, diócesis de Zamora, Michoacán, el 28 de marzo de 1913. Fue bautizado en la parroquia de Santiago Apóstol de Sahuayo, lugar donde sería encarcelado y donde comenzaría su martirio catorce años más tarde. Sus padres fueron Macario Sánchez y María del Río que tuvieron cuatro hijos: Macario, Miguel, José (el mártir) y María Luisa. El muchacho Joselito, hizo su primera comunión a la edad de unos 9 años.
Los 27 testigos de su Proceso sobre el martirio lo recuerdan como un
muchacho normal, sano y de carácter jovial, y aseguran que acudía al catecismo
y se distinguía por su compromiso en las difíciles actividades parroquiales no
permitidas en aquellos tiempos de persecución; se acercaba a los sacramentos
cuando podía porque el culto público estaba prohibido poniendo en peligro su
vida; rezaba cada día el santo rosario junto con su familia profundamente
cristiana.
A pesar de ser todavía muy joven, José sabía muy bien lo que estaba viviendo México en aquella persecución. Cuando comenzó el movimiento católico de los “cristeros” sus dos hermanos mayores, miembros de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, entraron en el movimiento de Defensa de la Libertad Religiosa. El joven José pidió a Dios poder morir como Anacleto González Flores (mártir de la Guerra Cristera en defensa de la fe católica). A las objeciones de sus padres, el joven muchacho respondía: “Mamá, nunca ha sido tan fácil como ahora ir al cielo”.
En el verano de 1927 intenta unirse a los “cristeros” junto con otro amigo suyo adolescente como él de nombre Lázaro, y tras múltiples aventuras, logran alcanzar a los “cristeros”, que repetidamente querían devolverlos a sus casas dada su joven edad y los peligros mortales a los que se exponían. Las ocupaciones de José consistían fundamentalmente en la de servir en sencillas tareas que no comportaban en absoluto su empeño en la lucha activa y en ser portaestandarte.
En un choque entre los “cristeros” con las tropas gubernamentales el 6 de febrero de 1928, el joven José cedió su caballo a un líder cristero y así cayó preso junto con su joven amigo siendo llevados a la población de Cotija, el mismo día 6 pudo mandar una carta a su madre desde la cárcel oscura y maloliente de Cotija, en la carta se leen las siguientes líneas:
<<Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero nada importa, mamá, resígnate a la voluntad de Dios, yo muero muy contento, porque muero por Nuestro Señor. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes, diles a mis otros hermanos que sigan el ejemplo del más chico y tú haz la voluntad de Dios. Ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú, recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir hubiera deseado. Joselito, José Sánchez del Río».
Llevaron a los dos muchachos el 7 de febrero a Sahuayo y fueron encerrados en la iglesia parroquial de Santiago transformada en cárcel de varios católicos y en caballeriza de las tropas gubernamentales. Los soldados, entre otras profanaciones, habían convertido el presbiterio y el Tabernáculo en un gallinero de “gallos de pelea”, propiedad del jefe político de la región. Ante tal profanación, el joven José reaccionó con fuerza matando a los gallos, y sin miedo a las amenazas de muerte de parte de aquel jefe, que entre otras cosas había sido amigo de familia y su padrino de primera comunión. Él, que se había distinguido siempre por su devoción a la Eucaristía, respondió a aquel jefe el 8 de febrero: “La casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales… Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios. "
Uno de los soldados lo golpeó violentamente en la boca con la culata del fusil rompiéndole los dientes, como de hecho se pudo constatar durante la exhumación de sus restos. Como venganza inmediata, y en presencia de José, su compañero Lázaro fue ahorcado en la plaza frente a la iglesia; creyéndolo muerto lo abandonaron y fue salvado por el sepulturero, mientras, José continuó encarcelado en el baptisterio de la iglesia, donde había sido bautizado.
Lo invitaron repetidamente a pasar a la parte de los perseguidores; y aquel jefe político le hizo diversas propuestas muy halagadoras como la de inscribirlo a la prestigiosa escuela militar del Régimen o la de mandarlo a los Estados Unidos, pero el joven las rechazó con firmeza.
El 10 de febrero de 1928, trasladaron a José hacia las 6 de la tarde desde la parroquia a un mesón cercano. Hacia las 7 de la tarde logra mandar una carta a su tía María, donde le comunica que sería fusilado poco después por su fidelidad a Cristo y a la fe católica, y le pide que otra tía, llamada Magdalena, le llevase la Comunión. Lo logrará. Todo aconteció hacia las 8 de la noche. En aquel mesón, convertido en cuartel de las tropas, los soldados le desollaron los pies con un puñal. Hacia las 11 de la noche tras desollarle los pies, le hicieron caminar, golpeándole, a través de la calle que iba hasta el cementerio municipal, querían obligarlo a apostatar de la fe con las torturas, pero no lo lograron. Sus labios solamente se abrían para gritar “¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!”.
Llegados al cementerio, el jefe de los soldados ordenó a los mismos apuñalarlo para impedir que se pudiesen escuchar los disparos en la población. Había el toque de queda. El joven mártir, a cada puñalada, gritaba con un filo de voz: “¡Viva Cristo Rey!”, “¡Viva Santa María de Guadalupe!”. Entonces, el jefe militar, con su pistola, le disparó un par de tiros en la cabeza. Su cuerpo fue arrojado en una pequeña fosa, recubierto con poca tierra. Eran las 11.30 de la noche del viernes 10 de febrero de 1928.
Luego, durante la noche profunda, el sepulturero y algunas buenas almas, a escondidas, regresaron al lugar, lo sacaron del foso, lo cubrieron con una sábana y lo volvieron a sepultar en el mismo lugar. En 1954, los restos del Mártir fueron inhumados y trasladados a la iglesia cercana del Sagrado Corazón. En 1996 fueron de nuevo inhumados y transportados a la parroquia de Santiago Apóstol de Sahuayo, a un costado del baptisterio, donde había sido bautizado y donde había estado preso hasta poco antes de su martirio.
Fue beatificado el 20 de noviembre de 2005 por el Papa Benedicto XVI y canonizado como santo de la Iglesia universal, el 16 de octubre de 2016 por el Papa Francisco.
Para la reflexión:
¿Qué podemos hacer hoy para fortalecer la fe de otros?
¿Que te ha llamado más la atención sobre la vida de San José Sánchez del Rio?
Señor y Padre Nuestro, que otorgaste la palma del martirio a San José Sánchez del Río, al profesar y defender con su sangre la fe en Cristo Rey del universo. Concédenos por su intercesión, alcanzar la gracia de ser como él, fuerte en la fe, seguros en la esperanza, y constantes en la caridad. Por Cristo Nuestro Señor. San José Sánchez del Rio, ruega por nosotros. Amén
Bendiciones
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