El 17 de enero nuestra Iglesia recuerda A San Antonio Abad. Monje,
fundador del movimiento eremítico. Padre del Monaquismo. Año 356, Egipto
También conocido como San Antón, Antonio nació en el pueblo de Comas, cerca de Heraclea, en el Bajo Egipto. Se cuenta que alrededor de los veinte años vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir en una comunidad local haciendo vida ascética, durmiendo en un sepulcro vacío. Pasó muchos años ayudando a otros ermitaños a dirigir su vida espiritual en el desierto, y se fue internando mucho más en él para vivir en absoluta soledad.
De acuerdo con los relatos de san Atanasio y de san Jerónimo, Antonio fue reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. La tentación de san Antonio se volvió un tema favorito de la iconografía cristiana, fue representado por numerosos pintores.
Su fama de hombre santo y austero atrajo a numerosos discípulos, a los que organizó en un grupo de ermitaños. Por ello, se le considera el fundador de la tradición monacal cristiana. Sin embargo, y pese al atractivo que su carisma ejercía, nunca optó por la vida en comunidad y se retiró al monte Colzim, cerca del Mar Rojo como ermitaño. Abandonó su retiro en el año 311 para visitar Alejandría y predicar contra el arrianismo.
San Jerónimo, en su vida de Pablo el ermitaño, cuenta que Antonio fue a visitarlo en su edad madura y lo dirigió en la vida monástica; el cuervo que, según la tradición, alimentaba diariamente a Pablo entregándole una hogaza de pan, dio la bienvenida a Antonio suministrando dos hogazas. A la muerte de Pablo, Antonio lo enterró con la ayuda de dos leones y otros animales; de ahí su patronato sobre los sepultureros y los animales.
Una parte integral de la festividad de San Antonio en este día es la bendición de los animales domésticos. Según cuenta la historia, durante sus periodos de oración y ayuno en el desierto, sus únicos compañeros eran los animales. San Antonio en medio de la vida austera que llevó descubrió la sabiduría y el amor divino a través de observar la naturaleza, de esta revelación adquirió la costumbre de bendecir a los animales y a las plantas.
Se cuenta también que en una ocasión se le acercó una jabalina con sus jabatos (que estaban ciegos) en actitud de súplica. Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. Por ello a San Antonio también se le suele representar junto a un cerdo salvaje.
Se afirma que Antonio vivió hasta los 105 años, y que dio orden de que sus restos reposasen a su muerte en una tumba anónima. Se ha marcado el año de su muerte en el 356. Hacia el año 561 sus reliquias fueron llevadas a Alejandría donde fueron veneradas hasta alrededor del siglo XII, tiempo en el que las reliquias fueron trasladadas a Constantinopla.
Tras la caída de Constantinopla, las reliquias de Antonio fueron llevadas a la provincia francesa del Delfinado, a una abadía que años después se hizo célebre bajo el nombre de Saint-Antoine-en-Viennois.
La orden de los antonianos se ha especializado desde el principio en la atención y cuidado de enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna, enfermedades venéreas y sobre todo el ergotismo, llamado también fuego de San Antón o fuego sacro o culebrilla. Se establecieron en varios puntos del Camino de Santiago a las afueras de las ciudades, donde atendían a los peregrinos afectados. El hábito de la orden es una túnica de sayal con capuchón y llevan siempre una cruz en forma de tau, como la de los templarios.
San Antonio abad fue canonizado en el año 491
Para la reflexión:
¿Como me relaciono yo con la naturaleza a mi alrededor?
¿Estoy consciente de la responsabilidad que debo tener con mis propias mascotas y con los animales salvajes que me rodean?
Señor y Padre nuestro, que otorgaste al abad san Antonio la gracia de servirte en el desierto con una vida admirable; concédenos, por su intercesión, que, renunciando a nosotros mismos, te amemos siempre y sobre todas las cosas. Por Jesucristo Nuestro Señor, San Antonio Abad, ruega por nosotros. Amén.
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