El 27 de Septiembre, nuestra
Iglesia recuerda a San Vicente de Paul, Fundador de la Congregación de la
Misión y las Hijas de la Caridad. Año
1660, Francia.
Nació San Vicente en el pueblecito de Pouy en Francia,
en 1580. Sus padres fueron Juan de Paúl y Beltranda de Moras. Era el tercero de
seis hermanos. La modesta condición de la familia hizo que muy pronto el niño
Vicente tuviera que contribuir con su trabajo de pastor de ovejas y de cerdos a
la economía familiar. Pronto también dio muestras de una inteligencia despierta,
lo que llevó a su padre a pensar que podía hacer una carrera eclesiástica.
Cursó estudios primarios y secundarios en Dax, y posteriormente filosofía y
teología en Toulouse durante siete años. Estudió también en Zaragoza. Se ordenó
sacerdote muy joven, a los veinte años, con la intención de ser párroco de
inmediato y así poder ayudar a su familia.
Una serie de peripecias no muy bien conocidas lo
llevaron a los treinta años a París, donde encontró inicialmente algunas
pequeñas ocupaciones sacerdotales, hasta que por recomendación de un amigo
sacerdote, Pedro de Berulle, entró en 1613 en la importante casa de los señores
de Gondi como prefecto de los niños y posteriormente director espiritual de la
señora.
Los viajes por las tierras de los Gondi llevaron a
Vicente a un conocimiento de primera mano de las lastimosas condiciones de vida
materiales y espirituales de la población campesina y también del clero
parroquial que les atendía con serias deficiencias. Esta experiencia y su
propia evolución espiritual, le llevaron a un decisión irrevocable de dedicar
su vida sacerdotal a la evangelización y redención de la población campesina y
a la formación de sus sacerdotes.
Su visión, limitada en sus comienzos a la población
campesina, se fue ampliando progresivamente hasta incluir: condenados a
galeras, enfermos pobres, niños abandonados, soldados heridos, esclavos,
ancianos desamparados, mendigos, refugiados de guerra o nativos paganos de
Madagascar. Movilizó para ello a sacerdotes, a hombres y mujeres de la nobleza,
de la burguesía y del pueblo llano, cofradías parroquiales de caridad y Damas
de la Caridad, a jóvenes campesinas (Hijas de la Caridad); a todos ellos
intentó contagiar con su propia visión del Evangelio y su experiencia
Cristiana.
Vicente de Paul fundó la Congregación de la Misión en
1625, gracias a una suma de dinero que los Gondi pusieron a su disposición. En
1633, junto con Luisa de Marillac, fundó la Compañía de las Hijas de la
Caridad. Con Luisa a su lado, actuó como Superior General presidiendo los
frecuentes consejos, redactando una regla y resolviendo la base jurídica un
tanto revolucionaria, que haría de la Compañía una fuerza apostólica poderosa
en los años venideros. Durante su vida, se erigieron más de 60 casas entre Francia
y Polonia. Después, la Compañía llegó a ser una de las más grandes
congregaciones de la Iglesia católica. La Congregación de María se extendió no
solo por Francia y Polonia, sino además por Italia, Irlanda, Escocia, Túnez y
Madagascar, Argelia, las Hébridas y las Orkneys.
Ejerció como Superior General de la Congregación hasta
su muerte. En el proceso de guiar a los grupos que fundó, Vicente mantuvo una
profusa correspondencia de más de 30 000 cartas, de las que solamente se
conserva un diez por ciento. En los últimos 25 años de su vida se encargó de la
fundación de seminarios para el clero diocesano. Llegó a fundar
veinte.
En sus últimos años su salud estaba muy deteriorada,
pero no por eso dejaba de inventar y dirigir nuevas y numerosas obras de Caridad.
El 27 de septiembre de 1660 pasó a la eternidad a recibir el premio prometido
por Dios a quienes se dedican a amar y hacer el bien a los demás. Tenía 80
años. El Santo Padre León XIII proclamó a este sencillo campesino como Patrono
de todas las asociaciones católicas de caridad.
¡Oh glorioso San Vicente,
celeste Patrón de todas las asociaciones de caridad y padre de todos los
desgraciados, que durante tu vida jamás abandonaste a ninguno de cuantos
acudieron a ti! Mira la multitud de males que pesan sobre nosotros, y ven en
nuestra ayuda; alcanza del Señor socorro a los pobres, alivio a los enfermos,
consuelo a los afligidos, protección a los desamparados, caridad a los ricos,
conversión a los pecadores, celo a los sacerdotes, paz a la Iglesia,
tranquilidad a las naciones, y a todos la salvación. Sí, experimenten todos los
efectos de tu tierna compasión, y así, por ti, socorridos en las miserias de
esta vida, nos reunamos con en el cielo, donde no habrá ni tristeza, ni
lágrimas, ni dolor, sino gozo, dicha, tranquilidad y beatitud eterna. Por
Jesucristo Nuestro Señor, San Vicente de Paul, ruega por nosotros. Amén.
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