El 1ro. de Agosto, Nuestra Iglesia recuerda a San Alfonso María de
Ligorio. Obispo, doctor de la Iglesia. Fundador de los misioneros
Redentoristas. Año: 1787, Italia. De memoria litúrgica.
Nació el 27 de septiembre de 1696 en la ciudad de Marianella, Reino de Nápoles, Italia. Fue hijo de José de Ligorio y Catalina Ana. Fue el primero de siete hermanos en el marco de una familia de la nobleza napolitana. De niño le visitó San Francisco de Jerónimo quien en una bendición anunció: «Este chiquitín vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien».
Ingresó en la Hermandad de la Nobleza aún joven y comenzó su formación intelectual aprendiendo los idiomas de: español, francés, griego y latín. También inició estudios de geografía, literatura, matemáticas, gramática, música, arquitectura, pintura y arte, animado por su padre quien deseaba que fuera un exitoso político.
Siendo un adolescente de 12 años en 1708 y dados sus grandes conocimientos, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nápoles. A los 16 años, obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios.
Como abogado tuvo varios éxitos ya que inspiraba confianza en sus defendidos, persuadía mediante su elocuencia y un marcado desinterés por el dinero. Sin embargo, decidió apartarse de la profesión cuando defendió al Doctor Orsini contra el duque de Toscana, cuando pensaba haber obtenido el triunfo de su cliente, le hicieron firmar una declaración amañada en la cual establecía que se había equivocado. Alfonso se retiró a su casa y se encerró en su cuarto durante tres días sin comer: solo se dedicó a rezar y a llorar.
Para conservar la pureza de su alma escogió un director espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía como de la peste de todos los que tuvieran malas conversaciones. Después se dedica a visitar enfermos, y un día en un hospital de incurables le parece que Jesús le dice: "Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme a mí". Emocionado le responde: "Señor, ¿qué queréis que yo haga?". Y se dirige luego a la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced y ante el sagrario hace voto de dejar el mundo. Y como señal de compromiso deja su espada ante el altar de la santísima Virgen.
A los 30 años logra ser ordenado sacerdote. Desde entonces se dedica trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades. Reúne a los niños y a la gente humilde al aire libre y les enseña catecismo. Se le reunieron otros sacerdotes y con ellos, el 9 de noviembre de 1752, fundó la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas).
A imitación de Jesús durante 30 años con su equipo de misioneros se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio, permaneciendo en cada sitio 10 o 15 días para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente. La gente al ver su gran espíritu de sacrificio corría a su confesionario a pedirle perdón de sus pecados. Solía decir que el predicador siembra y el confesor recoge la cosecha. Es admirable como a San Alfonso le alcanzaba el tiempo para hacer tantas cosas. Predicaba, confesaba, preparaba misiones y escribía. Hay una explicación: Había hecho votos de no perder ni un minuto de su tiempo. Y aprovechaba este tesoro hasta lo máximo.
En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Águeda. Tenía 66 años. Estuvo 13 años de obispo. Visitó cada dos años los pueblos. En cada pueblo de su diócesis hizo predicar misiones, y él predicaba el sermón de la Virgen o el de la despedida.
Vino el hambre y vendió todos sus utensilios, hasta su sombrero, anillo, la mula y el carro del obispo para dar de comer a los hambrientos. Cuando le aceptaron su renuncia de obispo exclamó: Bendito sea Dios que me ha quitado una montaña de mis hombros.
Dios lo probó con enfermedades. Fue perdiendo la vista y el oído. Su delicia era pasar las horas junto al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba al sagrario, tocaba a la puertecilla y decía: "¿Jesús, me oyes?",
A san Alfonso le encantaba que le leyeran Vidas de Santos. Un hermano tras otro pasaba a leerle por horas y horas. Preguntaba: ¿Ya rezamos el rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación.
"Traedme, a Jesucristo",
decía, pidiendo la comunión.
San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, (Tenía 90 años). Al morir deja 111 libros y tratados cortos impresos y 2 mil manuscritos. Su obra ha sido traducida a 70 lenguas. Su libro más famoso ha sido “Las Glorias de María”, Sus obras las escribió en sus últimos 35 años, que fueron años de terribles sufrimientos.
El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875.
Para la reflexión:
¿Como ha sido mi respuesta a Dios a su llamado?
Señor y Padre Nuestro, que suscitas continuamente en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos imitar de tal modo el celo por las almas que animó al obispo san Alfonso María, que podamos alcanzar con él la recompensa del cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor, San Alfonso María de Ligorio, ruega por nosotros. Amén.
Bendiciones
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