sábado, 1 de marzo de 2025



 

El 28 de febrero, nuestra Iglesia recuerda a San Román de Condat, Ermitaño, Monje Místico. Años 390-460, Condado de Borgoña, actual Francia.

 Su vida se mueve en aquellos años tan difíciles cuando el Imperio Romano de Occidente se desmorona y cuando los pueblos bárbaros venidos del norte de Europa amenazan avasallarlo todo. De hecho, reina la barbarie y la desolación, polos opuestos a la dulzura y valores eternos que predica la fe de Jesucristo.

 San Román Nació en el condado de Borgoña hacia el año 390. Sus padres lo criaron en el Santo temor de Dios, cuando tuvo edad, decidió ser instruido en la vida monástica por el Santo Abad de Lyon llamado Sabino.

 Para practicar las virtudes aprendidas en su monacato, decidió volverse ermitaño y se fue a vivir al Monte Jura, en el condado de Condat, un lugar ubicado entre las actuales Francia y Suiza.  San Román permaneció en aquel sitio algunos años en una perfecta soledad, cultivaba la Tierra, dormía poco, y hacia constantes ayunos, su tiempo lo ocupaba meditando la misericordia del Señor y las verdades de la religión, cantando salmos, leyendo las vidas de los padres y las instrucciones de los abades.

 Después de un tiempo en soledad, se le apareció en sueños a su hermano Lupicino, invitándolo a venir con él a la vida de ermitaño, fue su primer discípulo, después se le unirían varios más.

 Los progresos espirituales de San Román eran muy grandes esto lo notó el enemigo de todos, el adversario. Cuenta Gregorio Turnense que el demonio intento desviarlo con todo género de tentaciones posibles. Alguna vez, en oración sintieron el y su hermano Lupicino que caía una especie de lluvia de rocas sobre sus cabezas, era el demonio tratando de distraerlos.

 La Divina Providencia iba dirigiendo los pasos de Román y poco a poco le hacía ver que aquella vida que llevaba no podía satisfacer ni llenar las ansias de su corazón. Estaba dotado de un carácter vivo, fogoso y expansivo. Por otra parte, también le arrastraba la soledad y la entrega a Dios en el silencio y la oración. ¿Quién vencerá la batalla?

 Algunos hombres, hambrientos de vida de mayor entrega al Señor le piden acepte su compañía... Así van echándose los cimientos de aquel género de vida que llamará la atención por aquellos alrededores y que será foco de virtudes cristianas. De aquí surgió su célebre monasterio de Condat de regla Benedictina que será después la semilla de otros muchos Monasterios, cada uno de ellos gobernado separadamente por estos Santos, pero la regla Benedictina y el espíritu eran uno mismo

 Lupicino, era más fogoso de carácter que Román y a veces era un tanto duro en las penitencias que él se imponía y quería también para los demás. Entonces aparecía Román, y con su gran bondad, traía la paz y descargaba a los monjes de penitencias exageradas. La piedad, el continuo silencio y las demás virtudes que practicaban eran asunto de la admiración y de los elogios de toda Francia.

 Por aquellos tiempos San Hilario estuvo por esas tierras cercanas a estos dos Santos, llegaron a sus oídos tantos testimonios de las virtudes de Román que le hizo llamar. En conversaciones que tuvo con él se dio cuenta de la santidad que poseía y sin perder tiempo y le confirió las órdenes sagradas. Una vez hecho sacerdote lo regresó a su monasterio en Condat. La nueva dignidad sólo sirvió para hacerle más humilde y para que sobresaliera más la religiosa sencillez de su conducta.

 Con el tiempo San Román, edificó otros monasterios entre ellos uno para damas, el monasterio de Beaume, gobernado por una hermana del mismo Santo que fue la primer abadesa.

 Román también supo ser duro e intransigente con los príncipes y nobles cuando veía que los derechos humanos y de la Iglesia eran pisoteados por ellos. Condat se había convertido en una de las escuelas más famosas de su tiempo y de allí salían fervorosos misioneros y trabajadores para todos los campos en la viña del Señor. Famosos se hicieron por su sabiduría, copia de códices, enseñanza de idiomas antiguos, composición de preciosos tratados de vida espiritual y obradores de muchos prodigios.

 San Román conocido También como San Romano abad es recordado por su milagro al curar a dos hombres leprosos durante una peregrinación, al encontrarlos en una cueva fua a abrazarlos, ellos se quedaron dormidos y despertaron totalmente curados de la lepra, hecho que le dio fama de santidad a Román, pero el huía de ella.

 Murió el 28 de Febrero del año 460, tenía casi 60 años.  Fue sepultado en la iglesia del convento de su hermano en el monte Jura, en la región lugdunense de la Galia.

 Para la reflexión:

 ¿Que podemos aprender de la vida de San Roman y de sus cualidades?

 Señor y Padre Nuestro, que por la humildad y fortaleza espiritual de San Roman aprendamos a enfrentar incluso los combates del enemigo. Alcanzanos la gracia de perseverar en la lucha contra el mal manteniendo nuestra fe inquebrantable en Dios inspirarnos a seguir tu ejemplo de. Dedicación y entrega total a la voluntad divina. Incluso en medio de las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor, San Roman de Condet, ruega por nosotros. Amén.

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